martes, 28 de septiembre de 2010

Laura Bozzo se va a Televisa y la nueva guerra de las televisoras



¿De veras usted está sorprendido de que Laura Bozzo se haya ido a Televisa? ¡Por favor! Era la cosa más predecible del universo. Yo mismo lo dije en televisión hace varias semanas.

La “Señorita Laura” es un personaje peregrino, alguien que todo el tiempo va y viene de una televisora a otra, y que volverá a cambiar de camiseta antes de que los abogados del consorcio de Emilio Azcárraga se den cuenta.

Aquí la bronca no es si Laura Bozzo es una persona leal o traicionera ni si TV Azteca se va a quedar sin “Laura de todos” o si va a sacar algo parecido.

La bronca es que la opinión pública permanece distraída con estas cortinas de humo en lugar de darse cuenta de que atrás de todo esto se esconde una guerra entre corporaciones peor de sanguinaria que la guerra de las televisoras de los años 90.
¿Por qué? Porque ahora la televisión es lo de menos. Lo que Televisa y TV Azteca se están jugando es su futuro, cuestiones delicadísimas de influencia política, retención del poder y telecomunicaciones. Es muy rudo.

Le voy a explicar: en los años 90, Televisa se tambaleaba, era una empresa que no estaba acostumbrada a competir, venía arrastrando una deuda monumental y la muerte de Emilio Azcárraga Milmo terminó por poner aquello mal, muy mal.
TV Azteca, por su parte, se perfilaba para ser la próxima gran televisora de nuestra nación, no nació sabiendo, pero a todos nos quedaba claro que todo lo quería hacer diferente: noticiarios, programas de espectáculos, telenovelas.
El resultado fue una guerra impresionante donde el público y los anunciantes se debatían, por ejemplo, entre “Mirada de mujer” y “La usurpadora” (1997), y donde el “rating” era el verdadero dios a adorar.

En este contexto, era muy lógico que estrellas como Angélica Aragón, Héctor Bonilla y Christian Bach se fueran a Azteca 13 y que elementos como Federico Wilkins, Alexis Núñez y Juan José Origel se mudaran a El Canal de las Estrellas. Lo que importaba era la pantalla.

En la actualidad esto es completamente diferente. La nueva Televisa ya no tiene nada de nueva, ya se hizo de sus propios vicios y viene arrastrando una inmensa cantidad de intereses.
TV Azteca, por su parte, ya no pinta para ser la televisora número uno de nuestra nación. Está como muy contenta haciendo programas iguales o peores que los que Televisa hacía en los años 90. Se traicionó.

Lo más triste de esta historia es que ahora lo que menos importa son las pantallas. Lo que importa son las frecuencias, las alianzas, los combos.
¿Por qué? Entre otras cosas, porque como el pastel publicitario de la televisión de un país en perpetua crisis como el nuestro no se mueve, las únicas oportunidades de seguir creciendo están en esos rubros.

Quien tenga más señales, quien posea más canales de distribución, quien ofrezca más servicios, quien cuente con más líderes de opinión y quien tenga más aliados, será el que gane.

Por eso, ya no importa si alguien se plagia el formato de “Sorpresa, sorpresa”, si se graba la enésima versión de “La dueña” o si “Venga la alegría” se transforma en un refrito de “Muévete”.

Da igual si un canal rico y poderoso paga una fortuna por un talento que viene de una señal pobre y pequeña, si una empresa graba una historia que acabamos de ver en otra parte o si, como ayer, cuando Laura Bozzo se presentó en “Hoy”, nadie sabe nada.

Lo que importa es hacer daño, desestabilizar al enemigo, molestarlo. Qué triste, ¿no?
Y no, no le digo porque esté a favor o en contra de algunos de los involucrados, lo digo porque, si se da cuenta, usted y yo, como televidentes, ni jugamos en estos pleitos. Es como si la televisión se hiciera para el vacío.

Y es que, se lo tengo que decir con todas sus letras, a diferencia de los espectadores (y de los patrocinadores) de los años 90 que eran supercríticos, se movían y eran capaces de provocar la cancelación de cochinadas como “Duro y directo” y “Hasta en las mejores familias”, las audiencias del siglo XXI son demasiado pasivas.

Están como drogadas frente a la tele. Nomás se quejan pero no generan nada. Cualquier parecido con lo que sucede entre políticos y ciudadanos es mera casualidad.
Afortunadamente el público de 2010, a diferencia del de los años 90, cuenta con más y mejores opciones para encontrar información y entretenimiento como los videojuegos, la televisión de paga, los celulares, la Internet, los dispositivos móviles y los DVDs.

Lo paradójico de esta guerra es que, precisamente por el control de estas otras opciones, más otros asuntos todavía más peligrosos, es que nuestras televisoras se están peleando en este momento.

¿En qué va a acabar esta guerra? Me gustaría decir que en un nuevo pacto, como cuando terminaron los conflictos de los años 90, pero como aquí los ingredientes son otros (mucho más importantes), quién sabe. ¿O usted qué opina?

1 comentario:

Radioajo dijo...

Lo que pasa es que la gente inteligente ya no ve televisón, por eso no se queja nadie: los únicos que la ven hoy en día son zombies a los que hay que ofrecer programas tan patéticos como "se vale".

Hoy en día lo único que medio vale la pena son los deportes (que ni veo, pero hay quien sí), algunos documentales y algunas películas. Y en esto incluyo a la tele por cable.

La televisión está muriendo, y voy a bailar sobre su tumba.

Saludos,